lunes, 18 de junio de 2007

1ª proclama revolucionaria de Felipe Varela

¡Argentinos!

El hermoso pabellón que San Martín, Alvear y Urquiza llevaron al­tivamente en cien combates, haciéndolo tremolar con toda gloria en las tres más grandes epopeyas que nues­tra patria atravesó incólume, ha sido vilmente enlodado por el general Mi­tre, Gobernador de Buenos Aires.
La más bella y perfecta carta constitucional democrática republi­cana federal que los valientes entre­rrianos dieron a costa de su sangre preciosa, venciendo en Caseros al centralismo odioso de los espurios hijos de la culta Buenos Aires, ha si­do violada y mutilada desde el año sesenta y uno y hasta hoy, por Mitre y su círculo de esbirros.
El pabellón de mayo, que radian­te de gloria flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho, y que en la desgraciada jornada de Pavón cayó fatalmente en las ineptas y febrinas manos del caudillo Mitre -orgullosa autonomía política del partido rebelde- ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero Bellaco Tuyuti, Curuzú y Curupaytí.
Nuestra nación, tan feliz en ante­cedentes, tan grande en poder, tan ri­ca en porvenir, tan engalanada de glorias, ha sido humillada como una esclava, quedando empeñada en más de cien millones de fuertes, y com­prometido su alto nombre a la vez que sus grandes destinos por el bárbaro capricho de aquel mismo porte­ño que después de la derrota en Ce­peda, firmando, juró respetarla.
Compatriotas: desde que aquel usurpó el gobierno de la Nación, el monopolio de los tesoros públicos y la absorción de las rentas provinciales vinieron a ser patrimonio de los por­teños, condenando al provinciano a cederles hasta el pan que reservara para sus hijos. Ser porteño, es ser ciudadano exclusivista; y ser provin­ciano, es ser mendigo sin patria, sin libertad, sin derecho. Esta es la políti­ca del gobierno Mitre.

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